No eres una señorita (I) Va de juguetes
Esa frase la he oído muchas veces... y va ser que es verdad. No soy una señorita, pero tampoco es algo que me quite el sueño, casi me alegro... sin casi, me alegro y no poco.
La primera persona que me lo dijo debió ser mi padre, cuando me veía jugando con coches y con camiones. Pero que queréis que os diga, a mi las muñecas nunca me parecieron entretenidas, nunca, no les veo el chiste. Mi hermana intentaba convencerme de jugar a las muñecas, pero nada eh, se lo pasaba mejor ella y teniendo en cuenta la diferencia de edad (14 años) es bastante triste. Yo con mi trailer, mi kit de obras en la carretera, mi banco de herramientas, mi parking de cuatro pisos.
Lo de las muñecas debió ser un trauma infantil (nunca mejor dicho lo de infantil) porque yo recuerdo vagamente que quería una esquiadora, y me trajeron una mierda de patinadora. Porque vamos a ver, esquiar mola, pegas saltitos entre la nieve y eso; pero ¿patinar? que tiene de gracioso patinar. Recuerdo que cuando yo tenía 4 o 5 años, todavía no estaban generalizados los patines en linea estos tan fashion, eran aquellos antiestéticos de 4 ruedas. Vamos que yo quería una esquiadora del gran slalom y me trajeron a la patinadora del carrefour... no me quedó el cuerpo como para querer más muñecas.
En el colegio era peor, claro. Porque estaban las niñas con los ponis y las barbis, con sus falditas y sus lacitos de repipi, yo no encajaba en el perfil. Prefería jugar con los crios, a las guerras y esas cosas. Hasta que una monja decidió que no se podía jugar a la pilla porque los niños nos tocaban con malas intenciones... Esto necesita explicación: cuando yo tenia 6 años, corría el año 88, en mi colegio decidieron experimentar y hacer cursos mixtos para ver que pasaba, el mio fue el primero, cuando vieron que la lujuría y la perversión no se adueñaba de niños de 6 años por compartir aula, siguieron haciendo clases unisex.
Así que desde mi más tierna infancia, decidí integrarme en grupos de varones y opositar para marimacho. Todo iba bien hasta la edad de 12 años, cuando tope con otro escollo en el camino: mis turgente pechos, pero eso ya es otra historia.