No eres una señorita (II) Melena perfecta

Las veo por la calle. Están en todas partes. Esas muñequitas de porcelana, con la melena perfecta, perennemente bien arregladas, perfectas hasta para comprar el pan. Y me veo a mi que soy un desastriño en toda regla.

Se que hay cosas en las que jamás rozaré la perfección, por mucho que me esfuerce. Ni si quiera en una boda o en fin de año, parece que me haya arreglado, a lo sumo seré una cowboy con sus mejores galas.
Reconozco que envidio esos maquillajes inalterables, esos peinados de peluquería y esas uñas perfectas, sobre todo deseo sobre manera esas cejas finas y femeninas que yo jamas tendré, por mucha poda a la que las someta. Pero nunca en mi vida querré ser como esas niñas formales. Yo tengo que sacar el animalito que llevo dentro. Quizá ellas envidía esa libertad mía de poder mostrarme en público con la cara lavada. De no tener que llevar el cuello y las muñecas llenas de chatarra de mercadillo para no sentirme mujer. Ese aire que tengo de no pertenecer a un anuncio de compresas. Esa capacidad para mancharme las manos y para hablar de lo que sea y como sea.
Lo envidio, pero también sé que no es para mí, cada uno es como es. Nunca conseguiré una melena perfecta, ni unas cejas escupildas, pero tengo mi encanto. Ese toque grounge que me diferencia.
Yo no soy ni seré nunca una señorita, gracias a Dios.